(Zamba)
Vuelvo a mi antiguo mundo, de parrales
a sentirme prisionero del paisaje
vuelvo a buscar mi casa y los rosales
que vistieron en mi infancia, su ropaje.
Es la casa de mis tiempos sin senderos
cuando el huerto de la vida era pequeño
cuando a gatas caminaba los eneros
despertándome a los versos y a los sueños.
Ahí está la casa y sus glicinas
con los árboles plantados en el tiempo
nace un aroma a pan casero en la cocina
y veo a mi madre, por mi piel la siento.
El agua se acaricia en las acequias
y una paz por los patios se derrama,
vuelve el recuerdo de las horas quietas,
a poblarme este día sin mañana.
Está la casa enclavada en la madera,
de un viejo reloj que sabe a tiempo,
mientras crece y sube la palmera
derrotándole silbidos a los vientos.
Viajera está la tarde de la vida,
y mi sol se recuesta en las colinas,
pinta de gris, mis sienes sus heridas,
cuando vuelvo a mi casa y sus
glicinas.
Letra: Edgar Martín Ferreyra
Música: Anselmo de Mendoza
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